El Baladre siempre ha sido barrio aparte de Sagunto, mezcla de marginalidad y poco futuro en las calles. Tiene un colegio que más que un colegio parece de siempre un proyecto desalmado, con chavales que cada vez andan más para allá. Porque cualquiera allí pierde el curso o el curro, y encima se mete de todo: alcohol y droga, y droga y alcohol y dos paquetes diarios de tabaco a sus dieciséis tacos. Y cualquiera allí vuelve a las tantas con una cataña que te cagas, y tiene broncas con sus viejo de órdago, y piensa que la vida es una mierda, y pasa de todo, con ojos de estar lejos de ese barrio, pero sin mojarse el culo por "tirar p'alante".
No es difícil conocerlos si uno mira alrededor, y se fija en el país en el que viven, y la tele que ven, y los perros que planifican su vida y su futuro, y los políticos a los que votan su padre y su madre. No es difícil si uno piensa en esa empresa donde estuvo trabajando este verano, y en el trabajo donde explotan a su ex novia, y en la desesperación de sus amigos. Siempre hay muchos Baladres en el mundo. Pero de ahí se sale, se sale echándole huevos, se sale por uno mismo, cogiendo la vida por los machos, porque aquí nadie regala nada, y menos a gente así. Se sale no para tener un deportivo, o una novia cañón, o un montón de pasta y una casa que te cagas, sino para vivir con dignidad y ser fiel a tus principios y a tu propia vida.
Yo tengo el honor de tener un amigo criado allí. Un perro que ha aprendido que se trata de vivir bien, sea donde sea. Alguien que salió de allí y llegó muy lejos, tanto como se propuso. El amor lo ha vuelto a encontrar en Ecuador. Ha recogido sus bártulos y se ha montado en un avión. Es un valiente como pocos. Esta semana comienza a trabajar para la universidad más prestigiosa del país. Su primera reunión, con el Ministro de Cultura. Se lleva a Quito su bici de montaña, su ilusión renovada y el aprecio de los amigos que le acompañamos en la distancia.
Te echaremos de menos Jose. Mucha suerte con tu aventura.
